Dossier


Editorial Sepha




 


                                              

 

Contacto prensa:
 colgadosemocionesenlared@gmail.com
Fotos: J. Mata

 
Merche Rodríguez  (Madrid, 1966) es licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense y Máster en Prensa Digital por la Universidad de Alcalá de Henares. Periodista especializada en Cultura y Sociedad, ha trabajado en el programa Negro sobre Blanco (TVE), en la agencia Europa Press y colaborado con numerosos medios como La Clave, Mercurio, Vive, Delibros, El Mundo o Ya, entre otros.

   
Sus primeros trabajos periodísticos en la Red los publicó en el diario electrónico Estrella Digital,  en su sección de Cultura y como corresponsal de verano en Suiza en el año 2000. Coordinadora del blog literario El Boletín de la semana con el que sigue la actualidad editorial y cinematográfica, trabaja también en la difusión de nuevos libros y como responsable de prensa de escritores. Ha participado en mesas redondas de eventos como la Feria del libro de Valladolid o el Salón Internacional del Libro Africano.


   
En 2008, con la crisis a cuesta como todos, inició una investigación sobre un tema actual: las relaciones en la Red. El trabajo le ocupó tres años y el resultado es este libro.






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La forma de comunicarnos, gracias a las tecnologías, ha cambiado sustancialmente. Subimos a la Red nuestras emociones en forma de fotografías, comentarios, aportaciones a los textos de otros o entablamos conversaciones de forma anónima con otro usuario que también se muestra igual. De todas y cada una de esas participaciones esperamos obtener nuestra ración de saludo virtual. Los hay que enlazan conversaciones, una tras otra, con personas a las que nunca conocerán porque no es su intención; los hay que buscan, a través de la Red, ampliar su círculo de amistades o iniciar una nueva relación. Pero, tanto en un caso como en el otro, vuelven al mundo digital, que utilizan como centro de operaciones desde el que se muestran y en el que anticipan los planes previstos o comentan, con otros internautas como ellos, la última kedada.

    De esta forma, tenemos amigos virtuales, novios virtuales o, incluso, amantes virtuales. Pero, ¿los tenemos realmente? Hasta qué punto ha cambiado ya el significado del término amistad porque lo que hace pocos años hubiera sido improbable -hablar con un desconocido sobre cualquier tema, incluidos nosotros mismos-, hoy es algo absolutamente normal gracias a Internet y la multitud de herramientas que ofrece. Vivimos en la Roma electrónica, plagada de foros, abiertos a nuestra participación.

    Colgados ;-) Emociones en la Red es un viaje de dos años y medio, un recorrido por salas de chat,  espacios webs de singles, foros de información general, páginas de contacto para buscar pareja o sexo, mensajerías instantáneas, redes sociales en el que el usuario de hoy en día compagina su vida actual con la conversación con otras personas. Éstas se conectan para ocupar un tiempo de ocio que antes empleaban en leer, ver la televisión, estar con su pareja, o, sencillamente, salir a la calle para dar un paseo, hacer una excursión o ver el último estreno cinematográfico. Hoy su compañero de actividades es el ordenador.

“La que a mí me afectó se engloba en lo que los especialistas identifican como una forma de evasión, distracción. Pero es igual de preocupante, precisamente porque es la aparentemente más inocua. Al menos eso me decía y, mientras tanto, seguía haciendo el reportaje.

Enero, febrero y marzo de 2009 fueron una inmersión en toda regla en ese mundo, a ratos: submundo. En esas fechas inicié la amistad con B a la vez que descubría qué significaba formar parte de una sala de chat.”



Más de mil conversaciones en la Red


El libro, un reportaje escrito en primera persona, está estructurado en tres partes en las que se describen las diferentes herramientas que usan los internautas, qué tipo de usuarios las usan y qué consecuencias tiene la navegación compulsiva y/o confiada, que terminan provocando una adicción a la Red, en el primer supuesto, y situaciones embarazosas, en el segundo. Todo ello puede acarrear problemas graves como el chantaje o la monitorización del ordenador.

    Colgados ;-) Emociones en la Red es el resultado de más de mil conversaciones anónimas, la mayoría con personas que evitaban mostrarse abiertamente tal y como eran. Aunque también hay participaciones en las famosas kedadas en las que un grupo de usuarios coinciden por afinidad en cuanto a actividades de ocio, viven en la misma zona geográfica o son compañeros de sala en un chat concreto.

    El reportaje aborda los diferentes tipos de comunicación practicados por los diferentes tipos de usuario: desde el internauta convencido, que defiende el uso de la Red como la mejor de las herramientas para ampliar el círculo de amistades, hasta el profesional del eterno flirteo que practica el coqueteo digital a diestro y siniestro; el consumidor de sexo online, en sus diferentes modalidades; y el inseguro que se ayuda de una pantalla para proyectar algo que no se siente. Adultos, en definitiva, que en muchas ocasiones ocultan a su círculo más cercano que viven una segunda vida en Internet.

“...Me fascinaba estar hablando de sexo con esa naturalidad, no había sido la primera vez, pero en esa ocasión sus modos pausados, su cortesía, combinados con el tema hacían de la pantalla algo hipnótico. Y me contó la situación que podría darse.”


Iniciado en el verano de 2008, se completa con el boom que han protagonizado las redes sociales, como Facebook o Twitter, que se usan como escaparate o vitrina en la que mostrarnos más abiertamente y que se han convertido en la mayor base de datos de la historia, la que cualquier Estado desearía haber conseguido y hoy en día tiene sin haber invertido nada. Los internautas más veteranos también las han incorporado, en muchos casos, como el último filtro que usan para “depurar” amistades virtuales.


    Las vivencias que se narran son reales o están inspiradas en experiencias de usuarios de la Red, protegidos detrás de una descripción falsa para preservar su intimidad, y crean un retrato de la sociedad actual que usa las tecnologías, cada vez más, para comunicarse, a veces de forma compulsiva; otras, para hacer oír su voz. Sus aportaciones nutren de contenido un relato que se completa con entrevistas a especialistas en psicología, derecho y seguridad, tanto informática como legal.

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Entrevista 

Has hecho un reportaje que te ha llevado dos años y medio de investigación, ¿qué te condujo a ello?

En el verano de 2008, me conecté al chat por el mismo motivo, supongo, por el que entra una gran cantidad de internautas: aburrimiento. Al mes, me empezó a llamar la atención la cantidad de personas que hacían lo mismo: hablaban con desconocidos, pero no parecían querer conocerlos en persona y me pregunté por qué lo hacían. Decían que querían conocer gente nueva y, sin embargo, se quedaban “conociéndolas” a través del ordenador, no daban el siguiente paso, es más, parecían temer darlo, como si estuvieran haciendo algo malo, como si hablar por el ordenador fuera un “pecadillo” y si pasaban a la siguiente fase “pecaban” de lleno.


Durante ese tiempo habrás tenido la oportunidad de encontrarte con todo tipo de individuos. ¿Existe un retrato robot de persona que frecuenta este tipo de páginas en las que el chat y la mensajería instantánea son las herramientas básicas de comunicación?

Podríamos decir que hay dos perfiles que se derivan de lo mismo: la soledad. Y se sienten así porque se han separado o divorciado y su círculo de amistades se ha roto, porque viven en pareja pero su relación no funciona o bien porque no tienen recursos económicos o ganas de salir. Y a partir de ahí, hay dos clases de internautas: los que prefieren refugiarse en el anonimato en el que se sienten más “seguros” en el caso de que no quieran ir más allá. Y sus lugares preferidos son el chat o alguna mensajería instantánea porque la identidad sigue estando a salvo y otros, que sintiéndose solos igualmente, se muestran más
participativos a través de páginas que agrupan a colectivos o de redes sociales y que conocen personalmente a otros usuarios, pero vuelven una y otra vez al espacio web para seguir manteniendo la relación virtual. 

Has respetado la intimidad y las intenciones de tus entrevistados sin juzgarlos, pero ¿cómo has conseguido mantenerte detrás de la barrera? ¿Hasta qué punto has salido indemne de la experiencia?

Cuando trabajas en un tema en el que se mezclan las emociones o los sentimientos siempre te planteas el mismo dilema: ¿dónde empieza el hecho noticioso y termina la intimidad de una persona? Fue algo que pensé mucho y por eso decidí escribirlo en primera persona, no quería que fuera un reportaje en el que contemplaba fríamente un hecho que después describía y analizaba, aun con el riesgo que podía suponer siendo una autora desconocida. Simplemente, me pareció más honrado y coherente. Esto es algo que decido en 2010, hasta ese momento yo sabía que era un tema periodístico, pero no sabía qué era, ni cómo enfocarlo, solo sabía que tenía que seguir buscando y conociendo gente, bien a través del ordenador o en persona. En ese proceso, muchas veces no era la periodista la que hablaba con alguien a través de la pantalla, hubiera sido incapaz de encadenar una y otra entrevista durante dos años y medio. Había ocasiones en las que me sentaba al ordenador con la intención de averiguar tal cosa en concreto y en otras, simplemente chateaba, como cualquier usuario, y he tenido conversaciones interesantes, divertidas y también, frustrantes. No salí indemne, me provocó una adicción que nadie notó y durante tres meses me descubrí como una adicta que no podía estar sin su ración de conversación virtual diaria. Es muy fácil ocultarlo cuando estás en tu propia casa y nadie te ve, incluso en una habitación diferente a la del resto de la familia. Me ha costado mucho no estar todo el día pendiente del correo electrónico, ahora disfruto cuando estoy desconectada porque mi tiempo vuelve a ser mío. Intento no encender el ordenador cuando llego a casa y, sobre todo, intento no cuestionarme por qué tal persona no ha contestado ¡todavía! a mi último mail. De hecho, no he tenido tarifa de datos en el teléfono móvil hasta que no he terminado el libro, porque cuando dejaba el ordenador estaba offline, ni podían localizarme ni, sobre todo, yo tenía ocasión de conectarme. Hoy por hoy, no uso en su totalidad el smartphone, ni creo que llegue a hacerlo. Me saturé.


Los expertos afirman que lo importante en la adicción no es la actividad concreta que genera la dependencia, sino la relación que se establece con ella, ¿llegaste a perder el control sobre el número de horas que pasabas chateando?


Es muy sencillo sentarse al ordenador y dejar de ser consciente del tiempo que hemos estado navegando y si además participas, cuando te quieres dar cuenta han pasado ¿una hora, dos, tres...? Había ocasiones en las que estuve más tiempo del que pensaba y en otras, me conectaba sabiendo que pasaría bastantes horas frente a la pantalla. Pero, fundamentalmente, la época en la que me hice adicta al chat, sí que lo perdí. Y por eso, un fin de semana me senté al ordenador para saber, por mí misma, cuántas horas podría estar chateando y estuve 18. Y lo que a mí me pareció una barbaridad, cuando acabé no veía bien, me costaba pensar y estaba tremendamente agotada, no sé, sinceramente, si lo es tanto en el caso de otras personas porque lo comenté con más de un conocido virtual y no encontré una reacción de gran sorpresa, así que consulté algunos foros y descubrí en uno de ellos que durante toda una noche la gente había estado siguiendo, y comentando, la emisión de un programa. Leí, en ese foro, cosas como: “¡Es tardísimo! Me tengo que ir a trabajar, voy a levantarme al baño para que mi marido piense que entro a la ducha y os dejo, que voy a llegar tarde al trabajo”. Al resto de participantes les parecía divertido y añadían risas a esos comentarios. ¿Una válvula de escape?, ¿una pérdida de la noción del tiempo? Seguramente sea así y no se me ocurre pensar que esas personas, que estuvieron toda una noche comentando lo que ocurría en un programa de televisión, sean unas irresponsables al cien por cien en su vida diaria, pero sí es significativo por eso pensé que probablemente lo que me había parecido un despropósito, no se aleje tanto de la realidad de unaparte de la población que usa Internet para comunicarse con otros. 

Los motivos que empujan a cada usuario a navegar en la Red lógicamente son diversos, pero ¿qué papel juega el anonimato? ¿Qué conclusiones sacas tras constatar que hay quizás demasiadas personas que se sienten muy cómodas siendo anónimas o pretendiendo “ser otro”?

El anonimato es, fundamentalmente, seguridad para la persona que no quiere dar la cara. Pero, ¿cuántas personas hay en la vida, digamos presencial, que no se mezclan con nadie, que apenas dejan que entres en su círculo? Internet para ellos es el paraíso y en ese sentido creo que Internet les propicia lo que buscan en su día a día, estar sin estar, conocer sin ser conocidos. Fue algo que observé y anoté para preguntárselo a las psicólogas con las que me entrevisté. Pero si quieres conocer a alguien ¿cómo puedes hacerlo sin ponerle cara, voz, lenguaje corporal, reacciones ante algo concreto...? Es imposible, y nunca juzgué que solo frecuentaran Internet lo que no entendía y, sigo sin entender, es por qué decían que querían conocer a alguien, pero si me hubieran dicho que querían medio conocer... no habría escrito este libro.


Transmites una visión muy crítica acerca de cómo hemos cambiado la forma en que nos comunicamos. Lamentas, incluso, que no haya vuelta atrás, que sea de manera irreversible y crees que estamos abusando de ciertas formas de comunicación. ¿Dónde está el peligro de todo ello?

Lo que está claro es que las tecnologías se han colado en nuestra vida y no hay vuelta atrás. Nos pueden localizar por el teléfono móvil en cualquier momento y en cualquier lugar. Ya no hay escapatoria. Cada día es más normal encontrarte a gente que desconecta de una conversación para conectarse a otra por el móvil. Chatea con el que está a kilómetros de distancia y no le hace caso al que tiene al lado. Creo que Internet es uno de los mejores inventos del ser humano para comunicarse pero está en nosotros ponerle coto, si estamos en nuestro tiempo de ocio, a no ser que sea algo muy urgente, el teléfono (que ya es el ordenador de bolsillo) debería estar guardado o, al menos, no deberíamos dejarle interrumpir a discreción. Simplemente creo que las aguas volverán a su cauce y cuando uno sea consciente de que la humanidad entera le puede saludar a cualquier hora del día y espera una respuesta, tomará cartas en el asunto y, sencillamente, contestará cuando crea que tiene que hacerlo o se desconectará.


El uso de Internet no provoca directamente ningún trastorno, ni crea adicción per sé, pero a partir de trabajos de investigación como Colgados ;-) no es descabellado concluir que estamos ante un entorno que ayuda a evidenciar ciertas patologías, ¿no crees?

La gente que solo quiere llenar su tiempo, no tiene ningún problema, pero los que quieren dejar de sentirse solos si solamente acuden a Internet, y solo mantienen relaciones virtuales terminan idealizando esa comunicación y pueden llegar a sentirse frustrados, porque cuando apagas el ordenador sigues igual de solo, tus amigos virtuales no cenan contigo, no ven una película contigo, no comparten tu espacio. Son eso, virtuales, y es algo que se confunde más veces de las que pensamos y de las que se confiesan.

Abundando en la pregunta anterior, pero centrada en el cibersexo, una de las conclusiones a las que llega el estudio realizado por el Instituto Universitario USP Dexeus es que “con las nuevas tecnologías y la era de Internet, la mensajería instantánea y los chats, se han descubierto nuevos casos de personas enganchadas al sexo virtual”. ¿Qué opinión te merece tal aseveración?

Una de las psicólogas a las que entrevisté, María Cuadrado, me decía que es peligroso descubrir, a través de Internet, alguna faceta sexual oculta y comentaba que era como entrar en una espiral de la que era complicado escapar. El cibersexo lo veo como la práctica del onanismo... tecnológico y  cuando la vida sexual de una persona se ciñe solo al cibersexo, por lógica, no creo que sea sano. El sexo es la forma que tienes de comunicarte físicamente, y cien por cien, con otra persona. Satisfaces y te satisfacen y participan todos los sentidos, si se cercena y se reduce a la mitad, ¿en qué queda? Pero nuevamente entra en juego el anonimato que, a priori, favorece a la persona que por el motivo que sea no se siente capaz de mantener relaciones sexuales en el sentido más tradicional de la expresión. Es anónimo, rápido y puedes acceder a ello en cualquier momento.

El libro está centrado en unos años previos al boom de otras herramientas como Facebook y Twitter, ¿crees que han sustituido al chat tradicional o cada plataforma es frecuentada por un tipo de usuario distinto?

 
No, creo que son complementos. Esa misma pregunta me la hice hace unos meses y volví al chat, puro y duro, al anónimo, para saber si había cambiado algo. Recuerdo que una de las veces un hombre con el que hablé me dio su dirección de Messenger y además me proporcionó sus datos para que le localizara en Facebook, me dijo que allí podía verle realmente y se molestó porque yo solo le di mi dirección de Hotmail. Le pregunté si frecuentaba más las redes sociales y me dijo que las compaginaba y daba sus datos de Facebook cuando la persona le “caía” bien. También es cierto que algunas personas que frecuentaban los chats se han cansado de tanto anonimato y de no saber nunca a ciencia cierta quién era su interlocutor/a y han ampliado horizontes, pero siguen sin conocerse porque muchos de ellos no viven en las mismas ciudades y no tienen posibilidad de viajar. En ese sentido, dependiendo del equilibrio emocional de cada usuario, Facebook puede ser una herramienta fantástica o mucho más peligrosa que el chat porque en esa red social proporcionas muchos más datos, muchísimos más.


Al final de
Colgados ;-) destacas tres entrevistas especialmente, pero ¿cuánto material
has descartado? ¿Alguien puede sentirse identificado y molesto por salir o por no salir en el libro?

 
Yo no hablaría de material, detrás de los nicks hay personas con sus propias vidas, sus emociones, sus problemas y sus alegrías que accedieron a compartir conmigo. Hay más de una que puede sentirse identificada y tal vez se confunda y no sea ella porque he cambiado datos para preservar la intimidad de la gente a la que conocí y hubo una persona con la que entablé amistad, en la época en la que era chatera activa, de la que nadie supo. Pero mis vivencias personales son todas ciertas. Una persona, un madrileño con un trabajo de responsabilidad en un organismo público, me dijo en tono de broma: ¿No salgo en tu libro? ¡Qué poco interesante te resulto...! Otras personas, seguramente, se sorprenderán pero nunca me oculté, siempre decía que era periodista y cuando me preguntaban qué hacía en el chat, respondía: ¡Curioseo! También decidí alejarme del grupo de senderismo que había encontrado en una página web, tendría que haberles mentido descaradamente porque usaban Internet como punto de encuentro para disfrutar conjuntamente del tiempo de ocio, pero no hacían un uso compulsivo de la Red y, por tanto, no me parecieron parte del reportaje. Solo le mentí a una mujer que me preguntó abiertamente: ¿Tú no estarás haciendo un reportaje? Y contesté sin dudar: No. Ella no aparece en el libro, supongo que respondiendo a un acuerdo entre damas del que ni siquiera llegó a sospechar...


Internet ha contribuido a que las barreras de la comunicación se desvanezcan. Tu libro evidencia que no siempre hacemos un uso responsable de la herramienta, ¿crees que
Colgados ;-) era un libro necesario?

 
Ya no se puede decir que la forma de comunicarnos está cambiando, porque ya ha cambiado y, como muchas otras cosas relacionadas con la Red, nos pilla desprevenidos y nos sumamos a una corriente, a la que se suma la gente que usa la tableta, el smartphone, la tarifa plana, la que está registrada en ésta o aquella red social y, además, hace uso de ella. Y en medio de todo esto ¿qué significado tienen ahora palabras como amistad o hablar? Ahora tenemos amigos virtuales y hablamos mediante la escritura. ¿Por qué lo hacemos, con quién, cómo nos afecta o qué cambia en nuestra vida? Estas preguntas fueron las que me hice, y, personalmente, no tenía respuesta, por eso sí pensé que podía ser un aporte interesante a todo lo que estamos usando sin que lo hayamos buscado, nos lo han ofrecido y lo usamos. 

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